Esta es la historia de un niño que quería aprender a volar, a pesar de que tenía las alas nunca supo como ocuparlas, incluso podría decir que nunca se atrevió a ocuparlas. Un día este chico subió a la colina más alta de la ciudad, miro a los cielos, cual cuncuna de cuento infantil, y rogó a Dios el poder volar esta noche, pero Dios no le contesto.
Así que se olvido de Dios y se dedico a observar por largo rato como niños, ancianos y jóvenes volaban por todo el ancho y largo del cielo, y el chico de las alas que nunca se ocuparon se decidió y se lanzo al vacío. Lo que no se con exactitud es si fue un intento de suicidio o simplemente se aburrió de ver como los otros eran diferentes. Abrió las alas a más no poder y empezó a caer uno, dos, tres metros en picada y aún no lograba elevarse, caía y caía, se le vino a la cabeza ese flacheo de imágenes de todos sus recuerdos, debieron ser horas de agonía en las que él cayo, pero en realidad no pasaba de medio segundo, hasta que sucedió el milagro, se elevo dejando atrás la amargura, ahora miraba a las personas como pares, y no se sentía solo, se sentía igual al resto, y por vez primera sintió algo que nunca antes había experimentado, sintió que ya no era único, sino que era un número más. Así el niño que no podía volar, y que ahora era un niño más, se arrancó las alas en medio de un cielo gris, y cayó, cayó como la última vez, pero ya no vio esas imágenes, sino que esta vez solo decidió cerrar los ojos, por que el niño que no podía volar ya no era un niño, por que tuvo su oportunidad y no la supo aprovechar…
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