Mientras caminaba por el estrecho sendero de
esa plaza, dos pequeñas gotas tiñeron el suelo, era el anuncio de que la lluvia
era inminente. Miró a su alrededor y las demás personas aceleraron el paso, algunos
se colocaban el gorro de sus chaquetas y otros empezaban a abrir sus paraguas;
en cambio ella solo bajó la velocidad y fijó la mirada en el horizonte, como si
hubiese llegado el momento que tanto esperaba. Empezó a ver como las nubes cubrían
todo el cielo y poco a poco se oscurecía el lugar, a ella le agradó el cambio, aunque
duró bastante poco, ya que uno a uno se encendieron los faroles del angosto
caminito. Parpadeó dos veces y avanzó un par de pasos más, el primero en suelo
firme y el segundo en el aire, como subiendo una escalera imaginaria. Desde esa
altura subió un tercer y un cuarto escalón, estaba a la altura de la mitad de
un tronco de un árbol que estaba a un lado de ese pequeño caminito. Dejó su
chaqueta en el aire, la lluvia le entendió la idea y las gotas cayeron de forma
más constante; extendió los brazos mientras subía dos espacios más, las
personas seguían su paso sin fijarse en ella, y ella estaba más preocupada de
la lluvia que de cualquier otra cosa. Subió aún más y llegó a la copa de uno de
los árboles cercanos, luego sacó la última hoja que se asomaba, la guardó en su
bolsillo y subió dos pasos más, cuando estaba dando el tercero, dos gotas
cayeron sobre su cara; parpadeo dos veces y miró alrededor mientras se paraba
de la banca de la plaza, parece que estaba por comenzar a llover.
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