…Entonces te divise, distante como para no
alcanzarte con mi mano, pero cercana como para escuchar tu voz. Tu mirada estaba
fija a un punto del escenario, lástima que nunca se dirigió a mis ojos. Mientras
te miraba, un nudo se apretaba cada vez más en mi garganta, un nudo que no me permitía
decir palabra alguna, pero en el momento sentí que era lo correcto. Tu pelo era
el de siempre, largo y de color café claro, que formaba una perfecta
combinación con tu piel. Me acerque un metro, aun no te alcanzaba, pero no importaba
porque tú estabas ahí y solo eso me bastaba. Después de unos largos cinco
minutos respire profundamente y me decidí a caminar hacia tu lado, aun no sentías
mi presencia.
Todo
el mundo estaba allí y yo solo era uno más de la multitud, tú nunca más
sentiste mi presencia. Creo que esa tarde estaba lloviendo, o simplemente yo me
lo imagine.